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El blog de Laura Bona
Cabeza, corazón y ¡acción!
El blog de Laura Bona
La etiquetadora.

La etiquetadora.

Roberto ya estaba disfrutando de sus vacaciones. 
Días antes, en la agencia de viajes le había enseñado fotos de una hermosa ciudad al otro extremo del continente con playas increíbles y buen clima, pero también le habían advertido que sus habitantes eran algo peculiares y que pocas personas decidían ir allí a pasar sus días de descanso a pesar del encanto del país. 
No obstante, Roberto decidió que quería ir.  

Al bajar del avión un hombre, con una acreditación al cuello que ponía “información”, le indicó que tenía que recoger su etiqueta de identificación. Sin saber muy bien a que se refería se dirigió a por ella.

Al entrar en aquella habitación observó algo muy curioso. Todos los muebles, ordenadores y demás utensilios tenían una etiqueta con la función que desempeñaban. Incluida una señora en cuya chapa se podría leer claramente la palabra “etiquetadora”. La mujer se detuvo unos segundos mirando la solapa de su chaqueta, después le miró a los ojos y de nuevo volvió extrañada la mirada a su chaqueta. 

—Tendremos que poner remedio, cuanto antes, a su falta de identificación.
—No comprendo. Mis papeles están en regla y he venido a pasar unos días de vacaciones. Mire, puede comprobarlo usted misma. 

Roberto le tendió los papeles, pero la señora los rechazó con un gesto de indiferencia.

—¿A qué se dedican sus padres? 

—Mi padre era cartero y mi madre enfermera.

La “etiquetadora” sin nombre comenzó a escribir en su ordenador.

Después de una serie de preguntas, la etiquetadora estuvo durante un tiempo pensando, mirando al techo. Al cabo de un rato la impresora expulsó un folio repleto de pegatinas.

—Mientras esté en nuestra ciudad deberá llevarlas puestas. 

Roberto leyó el papel: Auxiliar de enfermería. Quejica. Ordenado. Aburrido…

—Pero esto que pone aquí no es cierto. No soy auxiliar de enfermería, ni quiero serlo. Y, ¿quejica? Y todo lo que pone en el resto de las etiquetas… ¿De dónde lo ha sacado? ¿Acaso es una broma? Está todo mal. 
—Eso es imposible. La etiquetadora nunca falla. 
—Me temo que en esta ocasión sí. 
—Le repito que no falla. Su padre cartero y su madre enfermera. Está más que claro. Esas son sus características y habilidades. ¿A lo mejor el que está equivocado es usted? —y sonriendo irónicamente añadió —¿Qué es lo que tendría que poner en su etiqueta?
—Nunca llevaría una etiqueta.
—¡Qué barbaridad! Todos tenemos que llevar nuestra etiqueta ¿Es que sus padres no se lo enseñaron?
—Afortunadamente sí. Me enseñaron a creer en mí mismo y lo que es el respeto a los demás, a tomar mis propias decisiones y a superar las caídas. También que hay que tener mucho cuidado con etiquetar a los demás y a uno mismo porque hay muchas de ellas que nos limitan, nos hacen sentir inseguros y nos condicionan en la vida. ¿Acaso usted sólo es una etiquetadora?

La señora guardó silencio durante un rato. Tomó asiento con expresión cansada, dobló por la mitad la hoja que tenía en su mano.

—Tengo que ponerle una etiqueta. Es lo que me dijeron que tenía que hacer y es lo que he hecho toda mi vida— dijo con un hilo de voz.
—Entiendo que es su trabajo—dijo Roberto sentándose a su lado—, pero lo lamento. No voy a llevar ninguna etiqueta y menos impuesta.

A partir de ese momento la conversación entre ellos cambió de tono y al cabo de media hora Roberto salió del despacho sin ninguna etiqueta, dispuesto a disfrutar de unas curiosas vacaciones. 

Después, la señora cerró la oficina, con llave. 
No llevaba la etiqueta identificativa que le había acompañado toda su vida, pero sí una maleta y una sonrisa.

 

¿Qué opinión tienes sobre etiquetar a las personas? 
¿Has sentido que alguna de las etiquetas que te han puesto te ha condicionado?

 

 

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Laura Bona, coach y formadora

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